Caperucita Roja y el Lobo
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
«¿Puedo pasar, Señora?», preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: «¡Este me come de un bocado!».
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
«Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendré que merendarme otra señora!».
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